Si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente. Efesios 4:21-23 RVR1960
El
Apóstol Pablo habla reiteradas veces acerca de renovación. La primera
definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, dice: "Hacer como nuevo algo, o volverlo a su primer estado. Con
base en esta definición, debemos analizar cual era nuestro primer
estado, mejor dicho cual era la condición de Adán y Eva antes de
desobedecer y, podemos decir, que tenían una relación perfecta con el
Señor Dios. Creían todo lo que el Padre había hecho para ellos, y en la
autoridad que habían recibido sobre toda la creación.
Podemos
decir, y de manera lamentable, que el pecado de Adán echó por la borda
toda esa relación, y no por culpa de Dios sino por la duda del hombre.
Ahora,
ya que hemos oído -y creído- en Jesucristo conociéndole (yo soy la
verdad y la vida), es necesario que, aquel pecado original, sea
desechado en nuestras vidas.
Es
el pecado, el mismo que cometieron nuestros progenitores, el que hace
la diferencia entre la vida en el Espíritu y la vida en la carne. La
vida en la carne, siempre nos va a cautivar porque genera experiencias
sensoriales (de los sentidos) con las que vamos a sentir placeres
temporales, pero placeres al fin. Nos cautiva y convence porque es la
vida que hemos llevado, quizá por muchos años) y finalmente y no menos
importante porque a través de esas experiencias de los sentidos, de las
emociones, de los pensamientos (todo lo relacionado con la mente), el
enemigo viene y nos convence de pecado.
Ahora,
que nos ofrece la vida en Cristo. Lo más importante, nuevo nacimiento.
Esto es ni más ni menos que nuestro espíritu que estaba muerto en
delitos (desobediencia NTV) y pecados estaba irremediablemente separado
del Espíritu de Dios.
La
sangre del Cordero Perfecto (Cristo Jesús), al morír en la cruz y
resucitar al tercer día, nos permite acercarnos a Dios nuevamente y que
Su Espíritu sea uno con el nuestro; de manera que, aquel Espíritu que
estaba lejos de nosotros, ahora está, por la misericordia de Dios EN
NOSOTROS, para ayudarnos, para aconsejarnos, para abogar por cada uno de
los que por medio de Cristo vuelven a ser hijos del Dios Altísimo (Juan
14:26).
Ahora,
es necesario que, seamos dóciles, moldeables, enseñables, y con
humildad, permitamos que el Espíritu Santo cambie en nosotros todo lo
que no está alineado con el Señor Jesucristo.
Solo por escuchar de Cristo, por haber creido, deberíamos, con sensatez, permitir ser re-enseñados por el Santo Espíritu.
Te invito a reflexionar sobre esto, y dejarte guiar, día a día por el Señor.
Bendiciones en Cristo.